Valentina Castro

Valentina es cofundadora de Imrama-Ra y, para ella, acompañar a otras personas en sus procesos de transformación no es solo una vocación, es un privilegio profundo. A lo largo de los años, ha estado ahí —conteniendo, guiando, sosteniendo con presencia— mientras otros descubrían su propio camino hacia la sanación y el bienestar. Y es que su mayor motor ha sido siempre el servicio: ese impulso genuino de estar para el otro, desde el corazón.

Con 25 años de experiencia en el campo de la psicología, Valentina ha tenido un recorrido sólido y compasivo. Se ha especializado en psicopedagogía clínica, neuropsicología, arteterapia, tanatología, logoterapia, psicología transpersonal, ThetaHealing®, Las 5 Leyes Biológicas del Dr. Hamer y sigue explorando. Porque su búsqueda nunca se detiene.

Ha diseñado y facilitado talleres tanto en México como en Estados Unidos, siempre con un enfoque en el autoconocimiento y la regulación emocional. Su prioridad: ofrecer espacios seguros, donde cada persona pueda mirar hacia dentro sin miedo, con curiosidad y amor propio.

También ha sido voluntaria en ambos países, abordando realidades complejas como la violencia familiar, la migración o el impacto silencioso de la salud mental y física en comunidades vulnerables. Su compromiso con el bienestar integral va más allá de las terapias; se trata de estar, de escuchar, de sostener con empatía real.

Su propia historia le dio un giro inesperado cuando fue diagnosticada con cáncer de pulmón. En lugar de rendirse, eligió reconectar consigo misma. Ese proceso —profundo, crudo y transformador— la llevó a recorrer dimensiones emocionales, mentales, físicas, energéticas y espirituales. De ahí nació su libro "Reconnecting to Self-Healing: The Art of Advocating for Yourself" (actualmente en proceso de traducción al español), donde comparte no solo su testimonio, sino también las herramientas que encontró en el camino.

Ese mismo camino la inspiró a crear un programa en línea llamado "Reconectando con tu autosanación" pensado para personas que viven con enfermedades crónicas. Un espacio de acompañamiento, de contención, de luz. Porque, al final del día, su mayor deseo es ese: tocar vidas, generar alivio, y recordarnos que —aunque a veces lo olvidemos— todos llevamos dentro una inmensa capacidad de sanar.